A veces jugamos a elegir nuestra especie “preferida”, de entre las muchas y variadas que habitan las aguas la Isla de Benidorm, dentro del Parque Natural de la Serra Gelada. Sin duda, la elegida sería la alegre castañuela (Chromis Chromis). Admirar a este pequeño pez es un espectáculo.
Donde sea que decidamos bucear, encontrarás en el agua un movimiento, alegría y sincronía que no te dejaran indiferente. Son las castañuelas que, en su preciosa danza, dan vida al Mediterráneo.
A este curioso pez, de no más de 20 cm, le gusta pasar el día formando parte de enormes bancos en el azul, no muy lejos del fondo. Es en esos momentos cuando aprovechan para alimentarse y, si te acercas con cuidado, respeto y atención, fijándote en un solo individuo, lo verás abriendo y cerrando la boca como si estuviese mordisqueando el agua. Aunque nuestro ojo no alcanza a ver su alimento (plancton), estos pequeños y voraces animales, lo tienen claro.
Al atardecer, la espectacular «danza del azul”, que tano disfrutamos los buceadores, deja paso a la calma y las castañuelas se acercan al fondo, donde buscan refugio entre las rocas, a la búsqueda de un lugar tranquilo y seguro donde pasar la noche.
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Pero sin duda, lo más llamativo de sus hábitos, es la ferocidad con la que el macho protege su nido. En época de reproducción, ya entrada la primavera y cuando el agua comienza a calentarse, los machos buscan el mejor lugar para construir un nido con el que impresionar a las hembras. Lo más importante para ambos parece estar claro: que el sustrato sea duro, normalmente roca, pero también sirve una botella de vidrio o, incluso, un trozo de cerámica abandonado en el fondo.
Y así, con la alegría de un pajarillo, el macho limpia el lugar utilizando su cola y aletas a modo de escoba, retirando el sedimento y dejando la superficie del nido como recién pulida. Con su boca, aprovecha para retirar algas o cualquier cosa que le impida mantener el nido brillante.
Poder observar y entender este comportamiento natural de cuidado, meticulosidad y empeño con que el macho se prodiga en estas labores es muy emocionante. Y también nos genera un profundo sentimiento de vínculo con el mar. Tanto que aprender…
Cuando el nido esté listo, el ejemplar y futuro «papa», hará todo lo posible por llamar la atención (con su cuerpo) de las hembras cercanas y, aquella que decida aceptar su singular invitación, pasará un par de días junto a él, poniendo sus huevos, adheridos con mimo a la roca.
Después de esta fugaz relación, ella se marchará para que el macho pueda recibir la visita de otras hembras, que seguirán depositando sus huevos en el nido a la espera de ser fertilizados.
Y así, y hasta que la época de reproducción termine, el aplicado «castañuelo» cuidará fervientemente del nido y de sus puestas.
Y no debe ser fácil la tarea. Otras especies como los fredis (Thalassoma pavo) se han especializado en alimentarse de huevos y es común ver pequeñas bancos “patrullando” cerca del fondo en busca de los nidos y saqueándolos, a pesar de los esfuerzos, inútiles en la mayoría de los casos, de las castañuelas por evitarlo. Y con esto, otro comportamiento para admirar y disfrutar: los fredis utilizan el danzarín y agitado grupo para despistar a los machos de castañuela que, al salir a defender su patrimonio, se cuelan rápidamente en el nido vaciándolo en apenas unos segundos.
Hay algo que, como buceadores, debemos tener en cuenta. Si navegamos muy cerca del fondo y nuestra flotabilidad no es buena, pasamos tan cerca de los nidos que los machos de castañuela, asustados, lo abandonan dejándolo en manos de los depredadores oportunistas que, sin dudarlo, aprovecharan para alimentarse.
Observar sin alterar los procesos naturales del entorno. Aprender y emocionarse. Sentir el abrazo del mar. Y hacer del buceo al arte de ser conscientes.
Y así, seguir disfrutando durante muchos años más, de las reinas del lugar.